El caso Starbucks y las razones por las que vuelvo cada mañana
Hace un mes en la mañana tuve que detenerme con urgencia porque debía de redactar un correo y al mismo tiempo desayunar. Había salido apurado de la casa y recién recordaba lo urgente de ese mensaje. Eran las siete de la mañana y pasé por
varios restaurantes que estaban cerrados. Este no era el caso de
Starbucks que si estaba abierto. Desde ese día, salgo siempre más temprano para evitar el
tráfico de oficinas y me siento a las siete de la mañana en la misma mesa de la cadena.
Los empleados ya se han aprendido mi nombre, saben
que es lo que me gusta y hasta se adelantan para preparar el café desde el
momento en que ven que abro la puerta del local. Frente a mí, en otra mesa a pocos metros de
distancia, siempre está la misma persona todos los días. Todos los días de lunes a viernes está
conversando con alguien distinto y seguramente cerrando negocios. A la hora que
yo me voy, sigue ahí esperando a su siguiente contacto. Me da la impresión que
descubrió que no necesitaba alquilar una oficina si es que tenía un Starbucks cerca de su casa. Lo mismo
debe de pensar él de mí.
Esta cadena que comenzó en Seatle en 1971 fundada
por un profesor y un escritor ahora tiene más de 9200 establecimientos en todo
el mundo. La clave del éxito: producto bueno y servicio muy diferenciado. Los que diseñaron la
estrategia del negocio comprendieron que la
esencia de su beneficio entregado iba más allá de un excelente café. El beneficio de la cadena es que te sientas
como en tu casa, tranquilo de no necesitar consumir para estar un Starbucks y con una atención cómo si estuvieras en tu propia oficina.
Este resultado final no es fruto del azar ya que todo va acompañado de un arduo
trabajo de preparación, entrenamiento y metodología. Los empleados son entrenados en servicio con
técnicas para recordar los nombres de los clientes habituales e inmersos en una cultura
donde el marketing está “en todos lados.” Un empleado mal entrenado puede
generar una mala impresión que costaría millones en pérdidas a la empresa. En
la línea de guerra, aquella donde la empresa toma contacto con el consumidor no
está el gerente sino el empleado de atención. Él hace la diferencia. La buena o mala impresión está en esa delgada
línea de servicio.
En Starbucks la señal de red de Internet es buena, el ambiente cómodo (tengo
mesas o sillones), mi nombre y mis gustos son recordados y reconocidos por lo
tanto vuelvo a ese mismo local todos los días. Seguramente lo mismo piensa mi amigo que sigue
cerrando negocios todas las mañanas acompañado por una taza de café y un muffin
de manzana.
Comentarios
Publicar un comentario
Todo comentario es bienvenido. Síguenos en:
https://twitter.com/anuoraguilar y https://www.facebook.com/anuoraguilarr/
https://www.instagram.com/anuoraguilar/