Liderazgo: Los éxitos son internos
“Uno da más por la necesidad de
dar y no por la necesidad de recibir.”
Si no crees darás a la espera de recibir. Si crees darás sin pensar en
recibir. Creer convierte el dar en la misma retribución. Sin creencia el dar
significa restar. Cuando crees, dar es recibir.
La riqueza llega cuando se entrega riqueza. El reconocimiento llega
cuando entregamos reconocimiento. Los impulsos internos son más potentes que
los externos. Si el trabajo es un impuesto daremos por obligación. Si el
trabajo es un placer daremos por vocación. Los equipos de alto rendimiento se
logran por vocación. La vocación se logra por convicción. La convicción se
alcanza al estar haciendo lo que creemos.
El verdadero éxito siempre es interno nunca es externo. El
reconocimiento externo es temporal. El reconocimiento interno es eterno. La
primera batalla es interna. Lo interno
siempre precede a lo externo.
El ejecutivo espartano comprende e integra
valores y creencias en su equipo. De esta manera la vara del éxito interna
siempre será más alta que el nivel solicitado desde afuera. El equipo exitoso recibe
sus mayores exigencias desde adentro. Los samuráis basan su disciplina en el
código de conducta Bushido donde el deber a la familia, a los empleados y
compañeros guerreros es la base central de su comportamiento. La vara de la
exigencia interna es muy alta y se preparan para los rigores del servicio y la
guerra. El arduo entrenamiento físico de los samuráis era solo la punta del
iceberg de una intensa preparación interna de meditación y fortalecimiento de
principios. Lo externo que se ve es fuerte sólo por la base interna sólida que
no se ve.
Somos nosotros los medimos y reconocemos nuestros éxitos. No debe ser
preocupación el que otros midan nuestras acciones o éxitos. Hacer algo por otro
es externo. Hacer algo por uno es interno. Lo interno es más poderoso que lo
externo.
El éxito está en dar lo mejor que se puede dar. Hacer y moverse para agradar a otros es un estado constante de
fracaso. Ser y existir por uno mismo es
un constante éxito aun sin haber alcanzado la misma meta final. De esta manera recorrer
el camino ya es una compensación. La gratificación es gozar del ir tanto como
del llegar.
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