Conversando con el fuego

Conversando con el fuego
(Extracto del libro: Siéntate en la luna, 2009)

Fue en uno de esos días, de niño, cuando encontró la adultez, de golpe, y perdió la inocencia del presente. Se dio cuenta que podía conquistar lo que tenía al frente y que quizás más allá de lo que su vista podía alcanzar había otros pueblos que también le podían pertenecer. Entonces del “querer conocer” pasó al “querer poseer” y para eso tuvo que moverse a conocer el futuro y a poder modificarlo y a eso le llamó planificación, y que luego lo cubrió de algo llamado estrategia. Así el comandante Juan Antonio de la Parra, se alejó de su presente del cual gozaba y se internó en algo que le llamó su futuro, el cual nunca pudo estar seguro de conocer.

—¿Estuviste cómodo en la noche?— escuchó una voz que no supo si era la hoja marchita o el frasco vacío quien le hablaba. Miró a todos los lados y no halló nada especial más que un pequeño reflejo de luz frente a él. Era una pequeña llama que casi se extinguía a pocos centímetros de sus botas. El comandante no se sorprendió de esto y la miró sin la menor intensión de ayudarla. Sentía que esa pequeña llama estaba extinguiéndose. Sabía que algo le pedía pero sólo la miró y trató con todas sus fuerzas de no escucharla. Pero sin querer la quedó mirando con la curiosidad y la superioridad con que ven los ricos a los pobres pasar por la calle pensando que deberían de ir a trabajar en lugar de pedir tanta limosna.

—Casi ni te escucho— le dijo el comandante a la pequeña llama que intentaba sobrevivir frente a él. Era tan insignificante ese pequeño y débil fuego que no merecía la atención del gran emperador.

—...

—Seguro eres los rezagos de algún fuego anterior. ¡Ya estás muy débil!

—…

—Ya ni siquiera mereces ser escuchada por el emperador.

—Sólo quería saludarte, mi amigo— y el sonido llegó muy débil hasta donde estaba el comandante. Él se mantenía con la cabeza erguida, sentado sobre su manta y con los brazos apoyados sobre sus rodillas. El comandante la miró y con aire de superioridad le dijo que no tenía por qué hablar con alguien que era débil. —La debilidad y la fortaleza no tienen porqué juntarse. Ambos son opuestos y no tienen porqué compartirse. Uno sustituye al otro y no se complementan. ¿Por qué debería de oír un poderoso comandante a la debilidad? ¿Acaso la debilidad puede aportar algo a la fortaleza? ¡Acá los débiles son los que desaparecen mientras que los fuertes son los que dominan este mundo!

—¿De cuál mundo me hablas? ¿De ese que tienes ahora al frente y lo estás viendo desde lejos?

—¡Ese mismo! Ese que está allá— y el comandante lo señaló con el dedo índice, tal cual lo hacía antes de atacar al enemigo o de lograr una de sus conquistas.

—Yo lo veo también muy pequeño, débil e insignificante desde acá. Lo puedo observar de la misma manera que tú ahora me estás viendo a mí.

—Si estuvieras parado ahí sabrías lo que digo— respondió inmediatamente el emperador Juan Antonio de la Parra. Es muy distinto estar ahí, en los campos de batalla, con el sonido de los cañones retumbando a pocos metros de ti, es imponente. Cuando estás parado debajo de esas montañas, de miles de metros de altura, con cumbres llenas de nieve eterna y levantas la mirada puedes ver la inmensidad de mi mundo. Cuando sientes la fuerza de los vientos, moviendo bosques enteros, arrasando con todo a su paso, ves la potencia de mi mundo.


“Todo elemento en el universo tiene su contraste. El más brillante ocultará al otro de la misma manera como una estrella hace desaparecer de la vista a la más pequeña que está cerca porque así esta escrito en el gran libro del universo”. Ésta es la ley del Eterno Contraste.


—No juzgues a algo por lo que ves. No midas a nadie si es que te parece físicamente pequeño. Nunca juzgues a quien está frente a ti por lo que parece ser. Siempre intentar saber primero qué es lo que es en esencia. Lo que parece ser en un inicio no siempre lo será hasta el final. Lo bello puede llegar a ser horrible, y lo de apariencia tosca y deprimente puede albergar a la eterna belleza. ¿Quién tiene la sabiduría de poder distinguir eso?— le dijo la pequeña llama al comandante.


Viendo las cosas de cerca


La llama que estaba frente a él empezó a cambiar de intensidad. Primero el comandante creyó que estaba a punto de extinguirse pero era todo lo contrario. El fuego cambió de forma, intensidad y luego creció a varios metros de altura, tanto que obligó al emperador a retroceder para no quemarse. El calor era muy fuerte ahora y un reflejo vibrante rodeaba a la enorme hoguera.

—¡Hey! ¡Cuidado con quemarme!— le dijo el comandante a la llama que ahora iluminaba el rostro de su acompañante con tonalidades entre rojas y naranjas.

—Disculpa que no era mi intensión molestarte sino todo lo contrario. Sólo quise acercarme un poco más para que puedas escucharme bien— respondió el fuego ahora mucho más grande e imponente. El comandante sentía el calor en su rostro y la piel le quemaba como cuando el sol del desierto caía directo al medio día. La llama era ahora tan grande que para mirarla tenía que levantar la cabeza ya que le doblaba en tamaño.

—¡Ahora sí que das calor! No sabía que podías ser tan grande cuando te vi en un primer momento. Pensé que eras débil e insignificante pero ahora veo que eres poderoso y fuerte. Ahora nos vamos a entender mejor.

—A veces sucede lo mismo cuando juzgamos a las personas con superioridad, sólo con nuestro ego, y muy superficialmente. Muchas veces observamos a quienes nos encontramos en el camino de la vida por sus ropas, por su forma de hablar, por lo que creemos que saben o por lo que nos pueden hacer o dar. Sin embargo, muy pocas veces nos tomamos el tiempo para comprenderlos, saber quienes son y darles la oportunidad de dejarse conocer. Pero no te preocupes que juzgar superficialmente lo que se tiene al frente no es una debilidad en exclusividad tuya. A muchos nos sucede lo mismo por falta de tiempo o voluntad.

—Yo soy un comandante y no tengo debilidades.

—Es posible. Si tú lo dices, así debe de ser— respondió el fuego cambiando de forma y creciendo en tamaño.

—...— el comandante se tuvo que alejar un poco más para no sentirse quemado por el calor del fuego.

—¿Qué hacías cuando llegué y te interrumpí? ¿Pensabas en algo?

—Estaba mirando mi mundo. Se ve tan extraño y pequeño desde acá. Es distinto cuando uno mira su vida sentado en la luna.

—Así es. Todas las cosas que te parecían tan importantes, urgentes y determinantes se ven ahora tan pequeñas desde acá. Por eso es bueno, de vez en cuando, tomarse un tiempo y sentarse en la luna, meditar, y así ver todo desde otra perspectiva. Aquí desde lejos todo se ve casi igual. Estando a distancia todo parece una sola cosa. Lo bueno y lo malo se funden en uno solo. Lo oscuro y lo claro casi no tiene diferencia y se vuelven indefinidos. Lo derecho y lo izquierdo no tienen relevancia tanto como lo de abajo con lo de arriba es casi lo mismo.

—...

—La armonía perfecta se encuentra gobernada por los opuestos: lo bueno y lo malo, luz y sombra, pasivo y activo, positivo y negativo, triste o feliz, frío o calor, en realidad, todo el universo tiene ese balance de los opuestos. ¿Puedes llegar a percibir las diferencias desde aquí, ¿ves?


“Todo elemento cuenta con sus propios opuestos relativos. Como el caos es parte del orden, la oscuridad de la luz y el final de un nuevo inicio, los opuestos son fruto de la misma existencia. Así como hay destrucción habrá creación porque así esta escrito en el gran libro del universo”. Ésta es la ley del Opuesto Relativo.


—Es extraño que mis territorios que tomaron tanto en recorrerse y conquistarse ahora se vean tan pequeños desde aquí. Mis batallas que tanto sufrimiento y sacrificios tomaron parezcan tan pequeñas.

—Lo grande o lo pequeño, lo lejano y lo cercano, todo es uno solo en la armonía de nuestro universo. Sé que es mucho esfuerzo el que has hecho por ser alguien en tu vida— le dijo el fuego bajando un poco la intensidad del calor y para que el comandante pueda acercarse nuevamente para conversar con más intimidad.

—He hecho mucho más de lo que haría cualquier persona común en este mundo. Yo he llegado a ganar más batallas que nadie en la historia de todo el planeta. Por eso estoy orgulloso de lo que he llegado a ser y por todo lo que le he dado a mis seres amados.

—Recuerda que más tiene el que menos necesita. Tener más no te va a dar necesariamente la tranquilidad y felicidad. Es posible que sea todo lo contrario si lo que necesitas crece en la misma proporción de tus riquezas— le dijo el fuego. —Mírame a mí que mientras más grande soy más madera y más oxigeno consumo. De la misma manera, tener mayores riquezas o dinero es posible que te haga más pobre en la satisfacción de tus nuevas necesidades.

—¡Ganar es a veces perder algo!— respondió el comandante. Avanzar es a veces sacrificar los pasos que uno deja atrás. ¿Qué es lo que queda después de todo esto? Acaso el beneficio no está en la satisfacción de haber avanzado.

—Es posible que sea así. Depende de “cómo” lo hayas hecho, más de “lo que hayas hecho”. Buscar un balance armónico y perfecto en la vida no es difícil ya que el universo es de esa forma, pero al mismo tiempo las fuerzas opuestas son necesarias para que el universo exista. Lo que es necesario es saber alcanzar un buen balance entre todos los elementos. Déjame intentar graficártelo de alguna manera. Avanzar o retroceder te llevará siempre al mismo lugar. Mira tu mundo ahora y dime lo que puedes observar. Así elijas ir hacia un lado o hacia el otro vas a encontrarte al final en el mismo punto, ¿lo puedes ver? Lo que para ti es avanzar para otras personas es retroceder, lo que para ti es novedoso para otros es rutina, lo que para ti es pequeño para otros es inmenso. Todo tiene algo de todo, siempre. Por eso no importa a dónde vayas siempre al final estarás contigo, con el universo y con lo que eres en esencia finalmente para tu mundo.

—¡Así es! Dos personas pueden ver la misma cosa en forma diferente dependiendo desde dónde la vean. Lo “Mismo” es “Diferente”, siempre.

—Mas o menos es así— continuó el fuego—. Digamos que tener la capacidad de ver las cosas en perspectiva ya es un buen paso para entender tu “Mundo” dentro del “Universo”. Avanzar siempre implica dejar algo atrás por eso lo importante no es dónde vas sino como te llevas contigo mismo y con los demás en el camino. Nacer implica dejar de ser parte del “Todo” y entrar en el “Mundo”. Luego morir es nuevamente dejar este “Mundo” y regresar a ser parte del “Todo” nuevamente. Como ves el universo es circular, omnipresente y sincronizado. No es tan difícil entenderlo si lo observas con detenimiento.

—¿Pero esto quiere decir que existir no tiene ningún sentido?— preguntó el comandante.

—¿Existir? Siempre existes; y por toda una eternidad. Acá estamos hablando sólo de lo que haces mientras que estás en tu “Mundo”. Estamos hablando sólo de la pequeña parte de tu existencia, aquella que comienza al nacer y terminar en lo que llamas morir. Durante ese tiempo el “cómo” existes es más importante que “a dónde vas mientras existes”. Por ejemplo si eres feliz con lo que tienes es mejor que esforzarte innecesariamente por tener más. ¿Cómo te sientes mejor? ¿Estando contento con lo que tienes o insatisfecho por tratar de lograr lo que aún no tienes? Piensa que todo lo que existe y es eterno es el presente. No existe nada más que el “Eterno presente”. Lo demás es memoria convertida en tristeza o añoranza, llamado pasado; o intenciones transformadas en planes o expectativas, llamado futuro. No te digo que no debes planificar, ni recordar buenos momentos, sino que no debes de destinar a eso más tiempo del que te dejes para vivir tu presente y ser feliz. El secreto está en ser feliz con lo que se tiene y no ser infeliz con lo que no se tiene aún en el futuro, se tuvo en el pasado o se piensa que se debe tener hoy en el presente. Cualquiera de estos tres estados te llevará a la infelicidad, a un estado de “no estar feliz”. El secreto de la felicidad es más fácil de lo que imaginas.

—¡Pero eso es falta de ambición!— intervino como una reacción natural el comandante y se dio cuenta que vivía mucho más metido en el futuro, entre planes, estrategias y nuevas batallas que disfrutando de la felicidad de existir, compartir y sentir.

—Estar feliz con lo que se tiene no es falta de ambición— respondió el fuego manteniéndose a una temperatura agradable. —El no tener la ambición de gozar lo que se tiene ahora es la verdadera falta de ambición. No ambicionar el gozar de tus padres mientras viven, el no jugar con tus hijos antes de que crezcan, el no salir y correr por un prado y respirar el aire puro mientras tienes fuerzas y salud, eso es falta de ambición. Estar feliz con lo que se tiene es no sacrificar esto por buscar más cosas adicionales en el futuro. Dejar familia, dejar a los padres, dejar a tus amigos, sacrificar tu tiempo personal para estar contigo y con Dios, por desear más cosas en el futuro, es falta de ambición. Ambición es querer tener más pero el único lugar en donde se puede tener es “Ahora” ya que el futuro no existe. Recuerda que nada existe salvo el “Eterno presente”. Esto es haber malgastado el tiempo del presente, por estar esforzándote sólo por una recompensa prometida en un futuro inexistente. No estoy diciendo que no debes de trabajar y hacer bien las cosas para tener una base de seguridad y tranquilidad que dure en el tiempo, sino lo que estoy resaltando es que no debes de buscar una posible mayor felicidad rechazando tu felicidad presente ya ganada con tu vida, tus amigos, tu familia, tus emociones, tus sensaciones, tus sentimientos. A eso me refiero a no rechazar tu felicidad presente.

—Tendrías que estar en mis batallas y sentir lo que es ganarlas, una a una, para comprender lo que es eso. Esa es una perspectiva que tú no tienes mi estimado amigo— y el comandante retomó el tono de su voz cargado de seguridad y ya deseando terminar ese sueño tonto y poder regresar a la intensidad y satisfacción de una buena batalla ganada. Pensaba sin decirlo que hay mucho más que una inmensa felicidad en cada una de esa batallas ganadas, en ver al enemigo vencido rogando y suplicando por piedad y poder entrar así a una nueva ciudad, victorioso, sabiendo que no hay nadie sobre la tierra que pudiera enfrentarse a su poderoso ejército bien entrenado.

—Es posible que sea así. Es difícil diferenciar el “cómo” se hace de “lo que se hace”. Hay tres formas a veces difíciles de diferenciar: el “Ser”, el “Sentir” y el “Hacer”. Muchas veces nos convertimos en “Hechores Humanos” en lugar de “Seres Humanos”. Es decir nos levantamos para hacer el desayuno, vamos al trabajo, hacemos reuniones, hacemos eventos, vamos a un lugar, hacemos fiestas, hacemos una ruta al trabajo, recogemos personas, las llevamos a algún lugar, armamos batallas, movemos cosas, etc. Es decir dedicamos más de nuestro tiempo presente, el único que tenemos, a “hacer cosas”. Muy pocas horas del día las dedicamos a “Sentir lo que tenemos”. Corremos tanto en el día que no nos queda muy poco tiempo para sentir. Llega la noche y nos acostamos cansados por “todo lo que hicimos” pero no nos damos cuenta de lo poco que le hemos dedicado a sentir. Muy pocas veces en la noche nos acostamos y decimos: “!Estoy cansado por todo lo que he sentido en este día!”. Además si no le dedicamos casi nada a sentir, es decir: ver una flor, gozar con la sonrisa de un niño, abrazar a un amigo, decir a alguien que lo amas, sentir una brisa fresca en el rostro, gozar de la belleza en su totalidad; mucho menos nos dedicamos a “Ser”. Por eso inclusive cuando nos ponemos en nuestro presente somos tan poco “Seres Humanos” y tanto “Hechores Humanos” que sentimos un vacío interno. Pasamos por el mundo con la capacidad de “sentir” y con la incapacidad de “no saber como hacerlo o de no haber querido hacerlo”.

—Es que hay tantas cosas importantes que hacer durante el día— agregó el comandante.

—También es difícil hacer que alguien vea algo cuando no lo quiere observar con sinceridad. Algunas personas no quieren cambiar de perspectiva ya sea influenciados por su entorno, amigos o las comunicaciones que llegan desde fuera. Todo esto nos hace juzgar a los demás de una forma determinada y sin darnos tiempo a pensar en lo que podríamos hacer si estuviéramos nosotros al otro lado de esa imagen. Ten siempre varios enfoques. Cuestiónate si “lo que haces” es lo correcto luego piensa si el “cómo” lo estás haciendo te está haciendo ser feliz. Ten en cuenta que la diferencia entre “estar feliz” y “ser feliz” es abismal en concepto pero muy fácil de armonizar. Recuerda la ley de los opuestos. Nadie te puede quitar tu felicidad desde el momento que aceptas ser feliz con cada pequeña cosa que ya tienes: vida, salud, amigos, posibilidad de ver, oír, sentir, poder caminar, orar, estar cerca de Dios, todo lo que tu universo pone ante ti cada día.

—El mundo está hecho para los ganadores y siempre hay que querer más. La vida es una lucha constante, todos los días— indicó el comandante.

—Tu ímpetu me hace recordar lo que soy— dijo el fuego al comandante intensificándose en calor y brillo.

—¡Así es, eso mismo! Sabía que ambos nos íbamos a entender. Así me siento yo cuando subido en mi caballo estoy frente al enemigo. Tengo la fuerza del fuego en esta vida, con intensidad y energía para cambiar todo a mi alrededor— dijo el comandante tratando de pararse.

A los pocos segundos de pronunciar estas palabras, el comandante observó que el enorme fuego se reducía ahora de tamaño. Progresivamente se fue haciendo más pequeño y sólo quedó una pequeña flama que apenas se mantenía viva.
—¿Y ahora qué te pasa?— le increpó el comandante Juan Antonio de la Parra. —¿Por qué reduces tu tamaño? ¿Es que escuchar que el emperador se sentía a veces como un potente fuego te empequeñeció?

Luego frente a él la pequeña llama se extinguió por completo y sólo quedó en el lugar una ligera columna de humo que subió ya casi imperceptible. El líder del ejército más poderoso del mundo vio, sin comprender, cómo frente a él algo tan grande pudo convertirse en tan poco tiempo sólo en cenizas.

—Recuerda que hasta los más grandes fuegos en algún momento se apagan y se convierten en cenizas. También así lo hace la gente por más poderosa que parezca. Vive tu presente. Sé feliz en él, en este momento, que no hay otro. No hay nada más que el “Eterno Presente”— la misma voz el fuego, ya extinto, se escuchó muy interior. Luego el comandante vio nuevamente su mundo con más añoranza que nunca, muy a lo lejos en tiempo y lugar. Lo observó callado y recordando cuando de niño miraba de la misma forma el río que pasaba cerca de su pueblo.

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